Dentro de mis círculos cercanos, 2013 fue un año
destacado por pérdida, enfermedad y lesiones, incluso yo mismo
estuve involucrado en un accidente de moto que ha impactado en mi vida, la vida
de los que me rodean y por supuesto cómo me
siento acerca de mí mismo.
Tengo un expediente médico que enumera todas las
intervenciones llevadas a cabo y no tengo nada más que elogios para el equipo
médico que me atendió. Pero cuando leí el expediente médico, lleno de frases
como tibia, tejido, trituración, injerto de piel, me cuesta mucho relacionar
estas frases con mi experiencia vivida, tanto por los lesiones como por el
tiempo en el hospital.
Me explico; antes de la lesión yo
estaba felizmente ignorante de mi cuerpo, mi cuerpo era lo que mi
cuerpo hizo. Es decir que yo era consciente de su esencia, pero no de
su existencia. Lo mismo que la esencia de un martillo es martillar, la
esencia de mi cuerpo era experimentar el mundo y lo hizo muy bien, a menudo sin
siquiera que yo fuera consciente de su existencia.
Jean Paul Sartre lo llamó el cuerpo
subjetivo del cual no somos conscientes y usó una analogía para
describir la sensación. Imagínate caminando en las montañas solo, rodeado de la
naturaleza, vivimos esta experiencia inconsciente de nuestro cuerpo
y cómo existimos en el espacio y el tiempo.
Ahora imagina de repente en la distancia ves lo
que parece ser otra persona que viene hacia ti, tu percepción cambia y te das
cuenta de la existencia de ti mismo y de tu cuerpo, nuestro cuerpo cambia
de una forma inconsciente subjetiva a una forma conscientemente objetiva
cuando nos damos cuenta de nuestro cuerpo como objeto. Este es el “yo”
objetivo, lo que otros ven y con el que interactúan.
En el momento que el coche me arroyó, mi
conciencia sobre mi cuerpo cambió desde felizmente inconsciente a dolorosamente
consciente y desde ese momento mi cuerpo se convirtió en un objeto, un
cuerpo objetivo sin poder en manos de los “expertos”.
Desde este momento mi cuerpo se convirtió en algo
donde hacer pruebas, sondear, examinar y juzgar. Se encontró con carencias y la
vergüenza me hizo querer disociar a mí mismo de este cuerpo que no es mío. Este
cuerpo existe y tiene muletas incorporadas, y cuando una enfermera casualmente
las mueve, se siente como una violación a mi cuerpo. A través de la intencionalidad
estoy muy consciente de sus carencias, llegando, levantándose, cagando, meando
y masturbándose, son todas intenciones frustradas por un cuerpo objeto.
Mi sensación de “estar en el espacio” queda
aumentada. Donde estoy en la habitación, lo que está a mi izquierda, a mi
derecha, delante o detrás llega a tener una extrema importancia.
Aunque los doctores explicaron lo que estaban
haciendo en todo momento, no experimento mi cuerpo como tejidos, nervios y
tendones. Por suerte conozco a mi pie, ya que nos hemos presentado y esto en
cierta medida me ayuda a dar sentido a mi lesión. Pero me pregunto qué sentido
sacaría de un cáncer de pulmón, donde yo no conozco a mi pulmón, o la
esclerosis múltiple, donde me dirían que los axones en el sistema nervioso central
no tienen el aislamiento de mielina adecuado. ¿Cómo daría yo sentido a esto?
En mi opinión la medicina occidental
falla en ayudarnos a dar sentido a un cambio de percepción hacia
nuestro propio cuerpo y también cómo damos sentido a nuestra enfermedad.
La Medicina en general tiene una visión
anatomicopatalógica y arranca la enfermedad desde el dominio del subjetivo
individual y lo ubica con firmeza en el mundo físico. Este enfoque
promueve la atención aguda, el rescate y la reparación, llevando a cabo guerras
contra las enfermedades y las sustancias y prolongar la vida biológica
a toda costa.
¿Podría ser que la enfermedad se ha objetivado de
tal manera que las “personas enfermas” se han desplazado hasta la
insignificancia?